miércoles, 23 de septiembre de 2009

Algo de luz

Juana dijo, sin mucho motivo, que el gri-gri de los grillos era un claro augurio del shi-shi de la tormenta.

Pese a su absurda predicción, bajó al portal con su silla de enea y se sentó.

--Me gusta el gri-gri. Dijo, simplemente.

--Echa el plástico, que se te van a mojar las revistas. Le dijo al quiosquero.

Pero los grillos no deseaban en absoluto que cayera ni una gota de agua, pues el gri-gri aumentaba conforme entraba la noche. Juana pensó, sin mucho sentido, que los grillos hembra estaban en celo y que corrían el riesgo de que ocurriera un milagroso coitus interruptus múltiple si se cumplía su vaticinio.

--Aish. Fue la respuesta del quiosquero a la interpelación de Juana, mientras un grupo de chavales adquiría golosinas varias en medio del sopor veraniego.

Pese al trueno, Juana siguió sentada. Por causa del trueno, el quiosquero echó el plástico a sus revistas. Llovió: shi-shi.

--¿Ves? Dijo Juana.

--Veo. Dijo el quiosquero.

Los grillos tuvieron que dejar la culminación del placer para otra ocasión.

Otro trueno. Un rayo. El shi-shi se transformó en shiiiiissssssssss.

El quiosquero decidió cerrar al comprobar que la clientela se había refugiado en sus aposentos. Cruzó la calle a la carrera, pero se mojó.

--Me he mojado. Dijo.

--Ya. Dijo Juana.

Juana no hizo ni la intención de buscar una toalla en su casa. El quiosquero no movió un músculo tampoco. Se quedó ahí junto a Juana. Y le rozó la nuca con sus dedos mojados, y ambos contemplaron cómo caía la lluvia. Quizás se quedaron así el resto de la noche, pero sólo la lluvia estuvo ahí para comprobarlo.