miércoles, 30 de marzo de 2011

Las setas de la Encarnación

Recién regresado de Londres, he pasado por la plaza de la Encarnación. Tengo que decir que ese momento ha sido un hito personal en mi relación con la ciudad. Es la primera vez en mi vida que veo la plaza completa; hasta ahora, sólo había podido verla en su mitad, porque el resto, la parte que da a la calle Regina, siempre había estado vallada, como símbolo, creo, de la incompetencia de los políticos locales a lo largo de tres décadas.

Me hubiera gustado ver la plaza vacía, pero, desgraciadamente, no ha sido así. No sé si los sevillanos son conscientes de que ese espacio es el solar más grande del centro de la ciudad y en eso reside su verdadero valor, no en la calidad arquitectónica de los edificios que lo flanquean. Desgraciadamente, los políticos sevillanos han colocado allí una estructura aparentemente innovadora cuyo primer efecto ha sido el de desnaturalizar la plaza: las setas la han empequeñecido. Le han robado todo su valor, su mayor atractivo. No veo plaza. Veo sólo setas.

No las critico por ser arquitectura contemporánea. Faltaría más que los nuevos símbolos de la ciudad fueran iglesias del siglo XVI. Eso es absurdo. Tampoco me parece mal el contraste entre lo nuevo y lo tradicional. El rompedor museo Pompidou, en pleno centro de París, es un ejemplo admirable de integración en el entorno.

El problema es precisamente ese: la integración en el entorno. Las setas de la Encarnación no se integran en él, sino que lo destrozan. En vez de multiplicar ese espacio inmenso, en vez de dar la sensación de amplitud, achican el espacio por el que caminamos y nos obligan a mirar arriba. A algunos les gustará lo que ven. A otros no. A mí me parecen un horror. Pero, insisto, eso es cuestión de gustos.

Lo que más me duele no es que me guste más o menos, sino el hecho de sentirme estafado porque no veo que se haya recuperado ninguna plaza

Sinceramente, creo que el solar, sin ninguna intervención, o quizás una arboleda y el mercado a la vista, hubiera quedado mucho mejor. Y hubiera sido infinitamente más barato, claro.