--¡Espera!, gritó Pedro.
A unos veinte metros de distancia, cuando ya estaba a punto de salir del supermercado, Eva volvió la cabeza en claro signo de interrogación. Él se acercó.
--Me gustaría verte. Algún día. Ya sabes, un café.
--Tengo poco tiempo, pero llámame.
********************
--Tengo que confesarte algo, dijo Pedro.
--¿Qué?, replicó Eva.
--Fuiste mi primer amor. Del instituto. Todavía conservo los poemas que te escribí. Y nunca me atreví a decirte nada. Fui un cobarde.
--¿A qué viene esto ahora?
--No sé. Sentí la necesidad de contártelo. Es extraño
--Sí que lo es. ¿Has quedado conmigo para decirme eso?
--Sí.
--¿Ahora, veinte años después?
--Sí.
--¿Tú me ves?, ¿Ves mi aspecto? ¿Me ves?
--Pues sí.
--Pues eso, Pedro. Estoy embarazada. ¿Y tú me vienes a contar ahora que hace veinte años estuviste enamorado de mí y que nunca te atreviste a decírmelo? ¿Qué quieres, recuperar lo que nunca fue?
--No, no es eso...
--¿Entonces qué es?
--No sé explicarlo. Es como exorcizar mi cobardía...
--¿Exorciqué...?
Y Eva movió con violencia la silla, se levantó y dijo:
--Pago yo.
Dejó su café a medio beber. Se fue.
**************************
--Tengo que confesarte algo, dijo Pedro.
--¿Qué?, replicó Eva.
--Fuiste mi primer amor. Del instituto. Todavía conservo los poemas que te escribí. Y nunca me atreví a decirte nada. Fui un cobarde.
Eva miró sorprendida a Pedro y rió.
--¿En serio? Yo sabía que te gustaba, pero hasta ese punto no...
--Pues sí
--¿Y por qué me lo cuentas ahora?
--No sé, para que lo supieras.
--Muy bien. Ya lo sé, ¿y ahora?
--Ahora te invito a una tapita.
--Ja, ja. Vale. ¿Puedo confesarte algo yo también?
--¿Qué?
--A mí me gustaba Juan, tu amigo. Nunca me atreví a decírselo.
--¿Juan? ¿El macarra de Juan? ¡Qué gusto!
--Pues sí. Menos mal que no acabé con él.
Ella movió con violencia la silla, suspiró y se levantó.
--A la tapita invito yo. Tú te quedas ahí quietecito.
domingo, 18 de octubre de 2009
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