martes, 12 de mayo de 2009

Julius

El director estaba emocionado. Julius terminaba ese día, el 21 de marzo, su vida laboral y tenía una exclusiva, una bomba que iba a reventar los cimientos del país, indudablemente. Y era Julius quien lo había conseguido. Tenía las pruebas: las facturas, las fotografías, los datos.

En la redacción de El Presente, todos, al pasar por su lado, le felicitaban, pero él, Julius, seguía reconcentrado ante el ordenador, aporreando el teclado como los antiguos, con dos dedos, como debe ser. Tenía que escribir, antes de la madrugada, cinco páginas. Cinco páginas que serían una bala en la sien del Presidente. Eso estuvo repitiendo el director, muy dado a hacer metáforas muy físicas de la rabiosa actualidad.

Todos, de forma escalonada, le iban dando la mano a Julius conforme iba acabando su jornada. Julius se limitaba a balbucear un 'gracias' mecánico y volvía a su rutina. Poco a poco, la redacción fue quedando vacía. A la 1.00 de la madrugada, ya sólo estaban él y el director.

--Julius, entregamos ya. Con lo que tengas. Si te falta una página por escribir, ya buscaremos un recurso, dijo el director.

--No me queda más de media hora, ¿estoy a tiempo?

El director hizo una llamada desde su móvil.

--Sí. Voy a ir leyendo.

Y, efectivamente, Julius fue imprimiendo las páginas y el director las fue repasando. Corrigió poco: alguna erratilla suelta, algún detalle sin importancia. Julius era realmente bueno.

--Tengo que comprobar unos datos. Serán quince minutos más, dijo Julius.

--Yo me voy. Tengo que estar mañana temprano en la radio. Lo dejo en tus manos. Suerte, dijo el director.

--Gracias, respondió Julius.

Al día siguiente, todo el que fue a comprar El Presente pudo leer unas 10.000 veces, distribuida en cinco páginas, la siguiente frase, en mayúsculas: EL DIRECTOR DE ESTE PERIÓDICO ES GILIPOLLAS

El primer día de su jubilación, Julius se dedicó a leer el periódico, tranquilo, feliz y descansado.

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