sábado, 23 de octubre de 2010

La red social

Una de las escenas más significativas de 'La red social' resume, en mi opinión, gran parte de su trasfondo. Marc Zuckerberg, estudiante de Harvard ya famoso en la Universidad por su incipiente éxito como creador de facebook, asiste a una conferencia de Bill Gates.

En ella Bill Gates explica el nacimiento del lenguaje de programación Basic, hoy una reliquia para los informáticos y para cualquiera. A la salida, Zuckerberg es abordado por unos estudiantes. Quieren ver en persona al nuevo fenómeno de internet. Lo elogian, lo agasajan. Y, en un momento dado, uno de ellos pregunta quién impartió la conferencia, ya que ha llegado tarde.

Quedan como bobos cuando Zuckerberg les dice que es Bill Gates, pero eso es lo de menos. La escena ya ha sugerido lo que quería sugerir: Gates es ya un dinosaurio, ya no está a la vanguardia, ya hay otros que van por delante en esto de las nuevas teconologías e internet. Y estos son cada vez más jóvenes, porque las nuevas generaciones ya tienen el 2.0 en los genes. Las aulas se les quedan pequeñas porque la forma de enseñar de siempre no sirve. El mundo cambia a una velocidad imposible de asumir para un sector más adulto y menos familiarizado con la red. Nunca en la historia, pienso, ha habido una brecha generacional tan kilométrica. No hablo en general: hablo de vanguardias. La vanguardia juvenil de hoy, esa que refleja David Fincher en la película. ya no ve la propiedad intelectual como algo sagrado; de hecho, cualquier propiedad es inestable, resbalosa; la división tan radical entre trabajo y ocio a la que estamos acostumbrados ya no existe: el trabajo puede ser una fiesta; la forma de trabajar huye de la jerarquía: se trata de aprovechar lo más brillante del mercado, pero con pocas reglas, sin órdenes. Son ya un clásico los reportajes sobre la forma en la que se trabaja en google. Estoy convencido de que lo que quiere Google no es que te lo pases bien trabajando. Eso es simplista. Pretenden que confundas el trabajo con la felicidad. O, para decirlo más suave, que el trabajo sea la felicidad. De ahí que sus empleados requieran del mejor entorno posible. El entorno soñado por cualquiera (ojo, no digo que sea bueno: de hecho, me parece bastante alienante).

Incluso en la forma de vestir marcan diferencias. El uniforme (chaqueta y corbata) ha sido desde siempre una forma de establecer una línea divisoria con el resto del mundo. Cualquier aspirante a esa distinción debe empezar por la ropa, para a partir de ahí fabricarse una red de contactos sociales y, finalmente, pertenecer a clubes exclusivos (eso lo vemos en la película). Ya no. Los chicos del 2.0 no están interesados en el dinero por el dinero. Ser multimillonarios no es el objetivo inicial, sino hacer algo grande. Quieren el poder, pero no en la forma tradicional. Ya no se trata de dominio, de controlar de arriba hacia abajo, sino de influir, de ser 'amigo'. Una forma mucho menos invasiva pero más efectiva de ejercer el poder. No se me entienda mal. No quiero decir que el modelo tradicional no intente influir, pero se trata sencillamente de que el usuario consuma de forma pasiva. Y el objetivo es el máximo beneficio. Zuckerberg quiere cambiar mentalidades, ofrecer una nueva cultura. Por poner un ejemplo no tecnológico, una empresa 'nueva' en el sentido que explico es Ikea, que ha revolucionado nuestra forma de estar en el hogar.

Otro día hablo de la película -la mejor que he visto este año- y del asunto de la intimidad en las redes sociales. Aunque ese no es el tema. El verdadero asunto es cómo un jovencito estudiante de Harvard puede convertirse en nada de tiempo en el el mayor multimillonario joven del mundo. En eso sí que no hay cambios: ambición, ambición, ambición. Y, cuantos menos escrúpulos, mejor.

PD: No quiero dejar de mencionar la fascinante banda sonora de Trent Reznor and Aticus Ross

PD2: Me voy a permitir enlazar dos artículos de El País del 24-10-2010. Me parecen interesantes y complementarios de lo que escribo arriba. El primero es una opinión de Margarita Riviere titulada Ciberprogreso, mito creciente, que no es el tema de mi texto pero ofrece un enfoque diferente y enriquecedor; el segundo es un perfil de Zuckerberg, del que destaco ese despego por el dinero y la ostentación que ya cito en mi artículo.

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