sábado, 22 de noviembre de 2008

Café y media con mantequilla

--Un café con leche y media con mantequilla.

Paco creyó, en ese momento, que era la primera vez que veía a ese hombre. Se acodó en la barra, con un grueso abrigo gris, una bufanda desanudada y un gorro verde de lana, a modo de boina. No era un día especialmente frío, y esa indumentaria tan invernal fue, precisamente, lo que despertó quizás la atención de Paco, que, por otro lado, estaba acostumbrado a ver gente nueva todos los días.

Al día siguiente, el hombre volvió a aparecer.

--Un café con leche y media con mantequilla.

Y volvió a acodarse en la barra, con la misma protección frente al tímido frío otoñal que había portado el día anterior.

Paco comenzó a fijarse. Aquel hombre tendría unos cincuenta años. El cabello que sobresalía de la gorra era cano, y su rostro estaba muy marcado por la abundancia de surcos. Paco, que no es nada dado a la deducción psicológica, concluyó que era un hombre vivido.

Al día siguiente, igual.

--Un café con leche y media con mantequilla.

La fuerza de la costumbre hizo que ya ni siquiera le hiciera falta hablar. A la semana, Paco ya había mecanizado los movimientos para hacer el café y tostar el pan cada vez que atisbaba la aparición de aquel señor, siempre, siempre igual vestido, y carente, pensó Paco, de cualquier deseo de hacer o decir algo que no fuera degustar su pan y tomar su café.

Un día, Paco, muy poco dado a la psicología, tuvo pensamientos para sus ojos azules. Hundidos, pensó Paco, hundidos, pero vivos, volvió a pensar.

Aquel hombre se convirtió en paisaje del bar durante años, e incluso en verano llevaba el mismo vestuario. Nadie lo conocía en el vecindario, pero eso no evitaba que se hablara de él. En invierno pasaba desapercibido, pero en verano todo el mundo creía que estaba loco.

Un día, no apareció. Paco siguió trabajando como si nada, preparando sus tostadas y sus cafés de la forma rutinaria en la que lo había hecho siempre. Tampoco apareció al día siguiente, ni al siguiente, ni al otro. Ni nunca. Paco pensó en él, alguna vez, algunas veces, pero apenas dijo nada, y si comentó el tema fue ese un comentario como cualquier otro.

Paco, que no era nada dado a la deducción psicológica, siguió trabajando como si nada, preparando sus tostadas y sus cafés de la forma rutinaria en la que lo había hecho siempre.

1 comentario:

cRiSpY dijo...

Humm, me ha gustado. Me ha hecho recordar tantas cositas que tengo en mi vida y ... tan imperecederas y estables parecen, que no me doy cuenta de lo afortunada que soy de que existan hasta que ... desaparecen sin más.
Aunque creo que no era eso lo que querías transmitir, me tomo la libertad de interpretarlo a mi manera xD!