lunes, 17 de noviembre de 2008

Kim

Hola, me llamo Kim y soy un espermatozoide. Entre nosotros, nos llamamos zoidis, por eso de abreviar. Somos unos cuantos millones, unos cincuenta o sesenta o setenta o mil, o dos mil o diez mil, yo qué sé. Como cada día nacemos unos 100.000 ó 200.000, ni idea de cuántos somos.

Vivo en un cuerpo que, bueno, no es muy promiscuo, pero de vez en cuando moja el hombre. No es habitual, así que ya cuando la hora se acerca, que nosotros lo percibimos, pues montamos una fiesta. Un millón de nosotros va a morir al día siguiente, así que, ¿qué menos que se emborrachen un día antes?, ¿no?

Hay noticias de que una vez un zoidi llamado zoiki llegó hasta un óvulo. No tenemos constancia, son rumores. Pero los más viejos del lugar dicen que desde aquel día hubo demasiado tiempo de tranquilidad, muy pocas fiestas, y eso significaba fecundación. ¿Qué cómo supimos que fue zoiki? Nunca lo supimos. Zoiki era, simplemente, el más rápido. En ninguna cabeza de zoidi cabía que hubiera llegado otro que no fuera él.

Hoy me toca a mí. Es decir: soy uno de los elegidos para salir al exterior, por lo que, como habrán podido intuir, voy a morir. Va a ser una muerte absurda. Por eso hoy me voy a emborrachar pero bien. Os contaré lo que sucederá cuando salga, para que veáis el absurdo:

Miles, cientos de miles, millones de millones de zoidis saldrán disparados conmigo en la mayor manifestación de corredores sin sentido jamás vista. Más o menos al mismo tiempo, cientos, miles de zoidis gritarán:

¡Condooooooooooooooooooooooooooooooooooooooonnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn!!! Y entonces todos pereceremos en una malla transparente o vete a saber, de color azul, o verde, o rojo, o con un apestoso olor a fresa ácida. O a coco, que hay rumores de que una vez fue así.

Hay otra posibilidad. Que cientos, miles de zoidis griten:

¡Pisciiiinaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!! Y entonces todos salimos disparados hacia el aire y morimos agónicamente, poco a poco. La suerte es que caigamos en una piel olorosa y suave. La mala suerte, morir en el fondo de un retrete. Eso es lo peor. Quiera Dios que no acaben mis días en un apestoso retrete después de haberme emborrachado hasta las trancas. Y encima sin mojar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

como me he reido con este!! XDDD..Besis Lois

Anónimo dijo...

Este cuento es original...
Me ha gustado bastante....
PD: Espero que mojes pronto
Mercury