martes, 11 de noviembre de 2008

Un semáforo

Mi madre conoció a mi padre en un semáforo. Una solterona de Triana, entrada en la treintena, dijo seguramente cualquier cosa, qué más da, y mi padre, un viajado marino mercante, respondió lo más seguro que otra cosa, y la verdad, da igual. Mi vida se resume en una maravillosa coincidencia en un semáforo. Y en las sucesivas maravillosas y menos maravillosas coincidencias que sucedieron después, que fueron muchas. O quizás ya no lo fueran tanto, porque una era consecuencia de la anterior. Me quedo con la primera, con ese encuentro fortuito en el que empezó todo.

Moraleja: no dejes de mirar nunca a izquierda y derecha antes de cruzar un semáforo. Hay muchos locos al volante.

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